Egeu, rei d'Atenes, va concebre amb Etra, fill de Piteu, rei de Trezè, el futur rei d'Atenes i heroi de Grècia, Teseu. Tanmateix, posat que Egeu ja estava casat, va encarregar a Etra que criara al xiquet i que, quan este poguera aconseguir els objectes (una espasa i unes sandàlies) que li havia deixat baix d'una roca, el fera anar a Atenes on Egeu el reconeixeria com a fill legítim i, en conseqüència, hereu al tron. En el seu camí cap a Atenes, va tindre grans dificultats, ja que va haver de fer front a molts obstacles, però una vegada allí es va guanyar la confiança del rei i del poble per a ser reconegut com a futur hereu del tron. Després d'això, va marxar a Creta per tal de matar al Minotaure i alliberar a Atenes del tribut de joves que havia de pagar. En Creta, va rebre l'ajuda d'una de les filles del rei Minos, Ariadna, per a eixir del laberint del Minotaure indemne. Després de complir la seua missió, es va dirigir cap a Atenes amb l'enamorada Ariadna, però durant el trajecte va fer una parada en l'illa de Naxos (o en la de Dia) on la va abandonar. Finalment, quan estava aplegant a Atenes, es va oblidar d'hissar les veles blanques indicadores del seu èxit i, quan Egeu va veure les negres, senyal de desgràcia, es va llançar al mar provocant la seua mort. Conta la llegenda que per això el mar rep el nom d'Egeu.
Teseu i el Minotaure de Canova
Victòria de Teseu sobre el Minotaure en presència d'Atenea, Copa d'Aisón (s. V. a. C)
Teseu alliberador. Fresc romà d'Herculà, 45-79 d. C
Relleu d'Ariadna i Teseu en el Parc del Laberint d'Horta, Barcelona, Catalunya.
1. En la història, no es conta quin tipus d'ajuda va rebre Teseu per part d'Ariadna. Sabries deduir-la sense buscar-ho? se t'ocorre cap altra a part de l'ajuda d'Ariadna?
2. Fes un disseny de com podria ser el Laberint del Minotaure. Com creus que s'ho imaginaven els antics? (Prompte sabràs la resposta)
Molts escriptors, tant antics com moderns, han utilizat la història de Teseu i Ariadna adaptant-la al seu estil. Ací et deixem un passatge de la traducció del poema 64 de Catul, poeta romà del s. I a. C:
(...) Ariadna, con la mirada perdida en la orilla de Día de olas sonoras
y con su corazón dominado por una incontrolable pasión,
a Teseo ve partir con su rápida flota,
sin dar crédito todavía a lo que ella misma está viendo:
es lógico, pues apenas despierta de un sueño traicionero
se encuentra abandonada, infeliz, en una playa solitaria.
Mientras, el joven, sin memoria, golpea fugitivo las aguas con los remos,
abandonando sus vanas promesas a las ventosas tempestades.
La hija de Minos con ojos entristecidos, a lo lejos, desde la algosa
playa lo divisa, como la estatua de piedra de una bacante, lo
divisa, ay, y flota sobre un inmenso oleaje de preocupaciones:
no sujetaba la fina cinta de su rubia cabellera,
no cubría su pecho desnudo con fino vestido,
ni sostenía sus senos de leche con ajustado sostén:
todo, caído de su cuerpo por aquí y allí,
servía delante de sus pies de juguete a las olas del mar.
Ella, que no se cuidaba de la suerte de la cinta ni del
manto que flotaba, estaba pendiente de ti, Teseo,
perdida, con toda su alma y con toda su mente.
¡Ay, desgraciada doncella, a quien desquició con lutos continuos
Ericina, sembrando en su corazón espinosos pesares,
desde el momento en que el audaz Teseo
salió del curvado litoral del Pireo
y tocó el palacio cretense del injusto rey!
Cuentan que en otro tiempo la tierra de Cécrope, obligada
por cruel peste a expiar la culpa por la muerte de Androgeón,
acostumbraba a ofrecer de festín al Minotauro
a jóvenes escogidos y a la flor de las doncellas.
Al ser apremiada la pequeña ciudad por tal maldición,
Teseo en persona quiso ofrecer su cuerpo por su querida
Atenas antes de que tales cadáveres vivientes
fueran trasladados desde Cecropia a Creta.
Y así, navegando en barco ligero y con brisas suaves,
llega junto al magnánimo Minos y sus altivos palacios.
En cuanto puso en él sus ojos de pasión la princesa
real, a quien un casto lecho de suave perfume
todavía criaba junto al tierno regazo de su madre,
como el mirto que engendra la corriente del Eurotas
o los diversos colores que nacen de la primavera,
no apartó sus ardientes ojos de Teseo,
hasta que todo su ser quedó prendido por una honda
llama y sus entrañas quedaron totalmente abrasadas.
¡Ay, tú que cruel corazón despiertas desgraciadas pasiones,
divino niño, y mezclas las alegrías y los pesares de los hombres,
y tú que reinas sobre Golgos y el frondoso Idalio,
en qué oleajes habéis expuesto a una doncella de alma
ardiente, que suspira sin cesar por el rubio extranjero!
¡Cuántos temores sobrevinieron a su débil corazón!
¡Cómo palideció entonces más que el brillante oro,
cuando Teseo, deseoso de enfrentarse al cruel monstruo,
buscaba la muerte o el premio de la gloria!
Ella, prometiendo dulces ofrendas a los dioses,
aunque en vano, formuló votos en sus labios silenciosos.
Y como un indomable huracán descuaja una encina
(...) Ariadna, con la mirada perdida en la orilla de Día de olas sonoras
y con su corazón dominado por una incontrolable pasión,
a Teseo ve partir con su rápida flota,
sin dar crédito todavía a lo que ella misma está viendo:
es lógico, pues apenas despierta de un sueño traicionero
se encuentra abandonada, infeliz, en una playa solitaria.
Mientras, el joven, sin memoria, golpea fugitivo las aguas con los remos,
abandonando sus vanas promesas a las ventosas tempestades.
La hija de Minos con ojos entristecidos, a lo lejos, desde la algosa
playa lo divisa, como la estatua de piedra de una bacante, lo
divisa, ay, y flota sobre un inmenso oleaje de preocupaciones:
no sujetaba la fina cinta de su rubia cabellera,
no cubría su pecho desnudo con fino vestido,
ni sostenía sus senos de leche con ajustado sostén:
todo, caído de su cuerpo por aquí y allí,
servía delante de sus pies de juguete a las olas del mar.
Ella, que no se cuidaba de la suerte de la cinta ni del
manto que flotaba, estaba pendiente de ti, Teseo,
perdida, con toda su alma y con toda su mente.
¡Ay, desgraciada doncella, a quien desquició con lutos continuos
Ericina, sembrando en su corazón espinosos pesares,
desde el momento en que el audaz Teseo
salió del curvado litoral del Pireo
y tocó el palacio cretense del injusto rey!
Cuentan que en otro tiempo la tierra de Cécrope, obligada
por cruel peste a expiar la culpa por la muerte de Androgeón,
acostumbraba a ofrecer de festín al Minotauro
a jóvenes escogidos y a la flor de las doncellas.
Al ser apremiada la pequeña ciudad por tal maldición,
Teseo en persona quiso ofrecer su cuerpo por su querida
Atenas antes de que tales cadáveres vivientes
fueran trasladados desde Cecropia a Creta.
Y así, navegando en barco ligero y con brisas suaves,
llega junto al magnánimo Minos y sus altivos palacios.
En cuanto puso en él sus ojos de pasión la princesa
real, a quien un casto lecho de suave perfume
todavía criaba junto al tierno regazo de su madre,
como el mirto que engendra la corriente del Eurotas
o los diversos colores que nacen de la primavera,
no apartó sus ardientes ojos de Teseo,
hasta que todo su ser quedó prendido por una honda
llama y sus entrañas quedaron totalmente abrasadas.
¡Ay, tú que cruel corazón despiertas desgraciadas pasiones,
divino niño, y mezclas las alegrías y los pesares de los hombres,
y tú que reinas sobre Golgos y el frondoso Idalio,
en qué oleajes habéis expuesto a una doncella de alma
ardiente, que suspira sin cesar por el rubio extranjero!
¡Cuántos temores sobrevinieron a su débil corazón!
¡Cómo palideció entonces más que el brillante oro,
cuando Teseo, deseoso de enfrentarse al cruel monstruo,
buscaba la muerte o el premio de la gloria!
Ella, prometiendo dulces ofrendas a los dioses,
aunque en vano, formuló votos en sus labios silenciosos.
Y como un indomable huracán descuaja una encina
que blande sus ramas en la cima del Tauro o
un conífero pino de corteza resinosa golpeando su tronco
con su soplo (el árbol, arrancando de raíz, cae a lo largo,
destrozando todo lo que encuentra en su camino):
así dominó Teseo el cuerpo del monstruo
que lanzaba inútiles cornadas a los vientos vacíos.
De allí, a salvo, volvió lleno de gloria
guiando con fino hilo sus errantes huellas,
no fuera que, al salir de los recovecos del laberinto,
se perdiera en la inextricable red del edificio.
Pero ¿a qué evocar más historias apartándome del primer
tema, recordando cómo la hija abandonó el rostro de su padre,
el abrazo de su hermana y hasta el de su madre,
que desesperada se lamentaba de la pérdida de su hija,
y cómo antepuso a todos el dulce amor a Teseo,
o cómo ésta llegó en barco a la espumosa costa de
Día o cómo ella, con los ojos cerrados por el sueño,
quedó abandonada por su esposo que partió con mente olvidadiza?
Cuentan que ella, enfurecida en su ardiente corazón, a menudo
había lanzado gritos agudos desde lo hondo de su pecho,
y que entristecida ascendía entonces a montes escarpados,
desde donde lanzaba su mirada hacia las anchas aguas del mar,
que luego corría contra las trémulas olas de sal
levantando el delicado vestido que cubría sus piernas desnudas,
y abatida había pronunciado estas palabras en postrera
queja, escapándosele fríos sollozos de su húmeda garganta:
"Así, pérfido, a mí alejada de los altares patrios,
pérfido Teseo, me has abandonado en una playa desierta?
¿Así te marchas olvidando el numen de los dioses y,
¡ay, sin memoria!, llevas a tu patria sacrílegos perjurios?
¿Nada pudo doblegar la decisión de tu cruel mente?
¿No tuviste presente ninguna compasión,
con la que tu pecho salvaje se apiadara de mí?
Pero no fueron esas las promesas que me hiciste en otro tiempo
con palabras lisonjeras, no era ésa la esperanza que me ordenabas
abrigar en mi desgracia, sino una feliz unión y un matrimonio
sonado, promesas vanas que los vientos etéreos se llevan.
No confíe ya ninguna mujer en los juramentos de los hombres,
ninguna espere que los hombres cumplan sus palabras;
pues mientras su ánimo espera deseoso conseguir algo,
no temen jurar, no escatiman promesas;
pero en cuanto han satisfecho la pasión de sus deseos,
ya no temen sus palabras, nada los perjurios.
Yo al menos te salvé, cuando te debatías en un torbellino de
muerte y tomé la decisión de perder a mi hermano antes que
abandonarte, mentiroso, en el momento decisivo.
A cambio, seré entregada a fieras y alimañas para ser pasto
de ellas, y, muerta, no seré sepultada con tierra encima.
¿Qué leona te parió al pie de roca solitaria,
qué mar te engendró y te escupió de sus espumantes olas,
qué Sirte, qué Escila rapaz, qué monstruosa Caribdis,
a ti que por la dulce vida tal recompensa me das?
Si no te agradaba nuestro matrimonio,
porque temías las órdenes estrictas de tu anciano padre,
pudiste al menos llevarme a vuestro palacio,
donde yo te hubiera servido de esclava con cariño,
acariciando tus blancos pies con agua cristalina
o extendiendo sobre tu lecho una colcha púrpura.
Pero ¿a qué, desquiciada por mi desgracia, voy a lanzar inútiles
lamentos al viento ignorante, que, sin sentidos,
no puede oír ni responder a mis palabras?
Aquel, en cambio, ya navega en medio de las aguas
y ningún mortal aparece en esta playa desierta.
Así, la cruel fortuna se enseña demasiado con mi agonía
y niega incluso oídos a mis lamentos.
¡Omnipotente Júpiter, ojalá nunca naves atenienses
hubieran tocado las playas de Creta
ni, trayendo abominable tributo al indomable toro,
hubiera atracado en Creta el pérfido navegante,
ni ese malvado, que ocultaba sus crueles planes bajo dulce apariencia,
hubiera encontrado descanso como huésped en mi casa!
¿Adónde, pues, iré? ¿Qué esperanza, perdida, podré abrigar?
¿Me dirigiré a los montes de Ida? La amenazadora llanura
del mar me lo impide con sus profundos abismos.
¿Esperaré acaso el auxilio de mi padre, a quien yo abandoné
por seguir a un joven manchado con la sangre de mi hermano?
¿O encontraré consuelo en el amor de un esposo fiel?
Pero ¿no es quien huye curvando los flexibles remos en el abismo?
Además, es una isla solitaria sin techo alguno,
ni se ve salida a las aguas del mar que me rodean.
No hay modo de huir, ni esperanza alguna: todo enmudece,
desierto está todo y todo amenaza muerte.
Sin embargo, no se apagarán mis ojos con la muerte,
ni se retirarán los sentidos de mi cuerpo agotado
sin haber reclamado a los dioses justo castigo a la traición
y sin apelar en mi última hora a la lealtad de los dioses.
Por lo cual, Euménides que castigáis las acciones de los hombres
con pena vengadora y cuyas frentes, coronadas de cabellos
de serpiente, reflejan la cólera que despiden vuestros corazones,
venid aquí, venid y escuchad mis lamentos,
que, ¡ay desgraciada!, me veo obligada a proferir desde lo hondo
de mi ser, yo, sin recursos, abrasada y ciega de loca pasión.
Y puesto que son verdades las que nacen de lo profundo de mi ser,
no permitáis vosotras que mi luto en nada quede,
sino que, de la misma manera que abandonada me dejó Teseo,
de tal forma, diosas, se cubra de luto a él y a los suyos".
Cuando arrojó tales palabras de su pecho dolorido,
exigiendo angustiada castigo por actos tan crueles,
el rey de los dioses asintió con su indecible poder:
la tierra y los mares encrespados temblaron con su
gesto y el firmamento sacudió las brillantes estrellas.
Entonces Teseo, con su mente sembrada de ciega oscuridad,
dejó marchar de su pecho desmemoriado todos los encargos,
que antes retuviera firmemente en su corazón,
y, sin dar la dulce contraseña a su apenado padre,
se dejó ver a salvo en el puerto de Atenas.
Cuentan que un día, cuando Egeo confiaba a los vientos
a su hijo al dejar con la flota las murallas de la diosa,
abrazado al joven le encargó lo siguiente:
"Hijo, único hijo, a quien quiero más que a mi larga vida,
que ha poco has vuelto a mi al final de mi vejez,
hijo, a quien me veo obligado a enviar a peligrosas aventuras,
puesto que mi destino y tu fogosa valentía te
arrancan contra mi voluntad de mi lado, sin que mis cansados
ojos se hayan saciado de tu querida figura,
no te enviaré yo exultante y con el corazón alegre
ni permitiré que lleves señales de suerte propicia,
sino que, primero, lanzaré quejas sin cuento de mi corazón,
mancillando mis canas de tierra y polvo,
y, después, izaré una bandera negra en tu mástil errante,
para que las velas, ennagrecidas de herrumbre ibera,
declaren mi luto y el dolor que consume mi alma.
Pero, si a ti te concediera la que habita en el sagrada Itono,
la que acordó defender nuestro linaje y la casa de Erecteo,
que pudieras rociar tu diestra con la sangre del toro,
entonces procura que estos encargos se conserven vivos
en el recuerdo de tu corazón y no los borre edad alguna,
de forma que, en cuanto tus ojos divisen nuestras colinas,
se arríen las velas funestas de todos los mástiles
y blancas enseñas se icen en maromas retorcidas,
para que, tan pronto las vea, reconozca lleno de alegría el éxito
de la empresa, cuando un feliz destino te devuelva sano y salvo".
Estos encargos, que antes retuviera fielmente en su corazón,
abandonaron a Teseo, como las nubes, empujadas por el soplo de los
vientos, se alejan de la etérea cima de una montaña nevada.
Su padre, que dirigía su mirada desde la alta ciudadela,
consumiendo sus angustiados ojos en llantos incesantes,
en cuanto vio los paños de la vela ennegrecida,
se arrojó de cabeza desde la cima de las rocas,
creyendo a Teseo perdido por obra del cruel destino.
Así, el audaz Teseo, al entrar en su palacio de luto por la
muerte de su padre, recibió en su persona el mismo dolor
que había causado en la cretense con su olvidadizo corazón.
Ariadna, por su parte, mientras triste veía la huida de la nave,
herida daba vueltas en su alma a infinitos pesares. (...)
Ramírez de Verger, Antonio. Catulo. Poesías, Alianza Editorial, Madrid, 2006. Vv 53-250.
Notes explicatives:
Ericina = epítet d'Afrodita.
Cécrope = primer rei mític d'Atenes amb la part superior del cos humana i la part inferior de serp. Va nàixer de la mateixa Gea (la terra).
Cecropia = nom de l'Àtica degut al naixement de Cècrops d'esta.
Androgeón = príncep cretenc, fill de Minos, que va rebre una mort violenta a Atenes. Per aquest motiu i altres causes Atenes estava en deute amb Minos que els va imposar el tribut d'entregar joves com a aliment del Minotaure.
Eurotas = principal riu de Lacònia.
Escila y Caribdis = monstres marins.
Euménides = divinitats que s'encarregaven de castigar a aquell que havia comés un crim.
Erecteo = rei d'Atenes.
3. Enuncia el tema del passatge i divideix en parts el text segons el seu contingut.
4. Formeu parelles i que un adopte el paper d'Egeu i l'altre el d'Ariadna per a convèncer a Teseu de què continue el seu camí o es quede amb Ariadna.
Lèxic: Μινώταυρος, Αἰγαῖον, Ἀριάδνη.
Geografia del mite (indrets històrics i mítics):
Localitza en el mapa els llocs més importants en el mite de Teseu
Activitats complementàries:
5. Enumera les diferents emocions d'Ariadna en el seu monòleg.
6. Fes una comparació entre la descripció del personatge d'Ariadna i el personatge de Teseu.
Ara ja pots comparar el teu disseny del Laberint del Minotaure amb el dels antincs....
Què et sembla?
un conífero pino de corteza resinosa golpeando su tronco
con su soplo (el árbol, arrancando de raíz, cae a lo largo,
destrozando todo lo que encuentra en su camino):
así dominó Teseo el cuerpo del monstruo
que lanzaba inútiles cornadas a los vientos vacíos.
De allí, a salvo, volvió lleno de gloria
guiando con fino hilo sus errantes huellas,
no fuera que, al salir de los recovecos del laberinto,
se perdiera en la inextricable red del edificio.
Pero ¿a qué evocar más historias apartándome del primer
tema, recordando cómo la hija abandonó el rostro de su padre,
el abrazo de su hermana y hasta el de su madre,
que desesperada se lamentaba de la pérdida de su hija,
y cómo antepuso a todos el dulce amor a Teseo,
o cómo ésta llegó en barco a la espumosa costa de
Día o cómo ella, con los ojos cerrados por el sueño,
quedó abandonada por su esposo que partió con mente olvidadiza?
Cuentan que ella, enfurecida en su ardiente corazón, a menudo
había lanzado gritos agudos desde lo hondo de su pecho,
y que entristecida ascendía entonces a montes escarpados,
desde donde lanzaba su mirada hacia las anchas aguas del mar,
que luego corría contra las trémulas olas de sal
levantando el delicado vestido que cubría sus piernas desnudas,
y abatida había pronunciado estas palabras en postrera
queja, escapándosele fríos sollozos de su húmeda garganta:
"Así, pérfido, a mí alejada de los altares patrios,
pérfido Teseo, me has abandonado en una playa desierta?
¿Así te marchas olvidando el numen de los dioses y,
¡ay, sin memoria!, llevas a tu patria sacrílegos perjurios?
¿Nada pudo doblegar la decisión de tu cruel mente?
¿No tuviste presente ninguna compasión,
con la que tu pecho salvaje se apiadara de mí?
Pero no fueron esas las promesas que me hiciste en otro tiempo
con palabras lisonjeras, no era ésa la esperanza que me ordenabas
abrigar en mi desgracia, sino una feliz unión y un matrimonio
sonado, promesas vanas que los vientos etéreos se llevan.
No confíe ya ninguna mujer en los juramentos de los hombres,
ninguna espere que los hombres cumplan sus palabras;
pues mientras su ánimo espera deseoso conseguir algo,
no temen jurar, no escatiman promesas;
pero en cuanto han satisfecho la pasión de sus deseos,
ya no temen sus palabras, nada los perjurios.
Yo al menos te salvé, cuando te debatías en un torbellino de
muerte y tomé la decisión de perder a mi hermano antes que
abandonarte, mentiroso, en el momento decisivo.
A cambio, seré entregada a fieras y alimañas para ser pasto
de ellas, y, muerta, no seré sepultada con tierra encima.
¿Qué leona te parió al pie de roca solitaria,
qué mar te engendró y te escupió de sus espumantes olas,
qué Sirte, qué Escila rapaz, qué monstruosa Caribdis,
a ti que por la dulce vida tal recompensa me das?
Si no te agradaba nuestro matrimonio,
porque temías las órdenes estrictas de tu anciano padre,
pudiste al menos llevarme a vuestro palacio,
donde yo te hubiera servido de esclava con cariño,
acariciando tus blancos pies con agua cristalina
o extendiendo sobre tu lecho una colcha púrpura.
Pero ¿a qué, desquiciada por mi desgracia, voy a lanzar inútiles
lamentos al viento ignorante, que, sin sentidos,
no puede oír ni responder a mis palabras?
Aquel, en cambio, ya navega en medio de las aguas
y ningún mortal aparece en esta playa desierta.
Así, la cruel fortuna se enseña demasiado con mi agonía
y niega incluso oídos a mis lamentos.
¡Omnipotente Júpiter, ojalá nunca naves atenienses
hubieran tocado las playas de Creta
ni, trayendo abominable tributo al indomable toro,
hubiera atracado en Creta el pérfido navegante,
ni ese malvado, que ocultaba sus crueles planes bajo dulce apariencia,
hubiera encontrado descanso como huésped en mi casa!
¿Adónde, pues, iré? ¿Qué esperanza, perdida, podré abrigar?
¿Me dirigiré a los montes de Ida? La amenazadora llanura
del mar me lo impide con sus profundos abismos.
¿Esperaré acaso el auxilio de mi padre, a quien yo abandoné
por seguir a un joven manchado con la sangre de mi hermano?
¿O encontraré consuelo en el amor de un esposo fiel?
Pero ¿no es quien huye curvando los flexibles remos en el abismo?
Además, es una isla solitaria sin techo alguno,
ni se ve salida a las aguas del mar que me rodean.
No hay modo de huir, ni esperanza alguna: todo enmudece,
desierto está todo y todo amenaza muerte.
Sin embargo, no se apagarán mis ojos con la muerte,
ni se retirarán los sentidos de mi cuerpo agotado
sin haber reclamado a los dioses justo castigo a la traición
y sin apelar en mi última hora a la lealtad de los dioses.
Por lo cual, Euménides que castigáis las acciones de los hombres
con pena vengadora y cuyas frentes, coronadas de cabellos
de serpiente, reflejan la cólera que despiden vuestros corazones,
venid aquí, venid y escuchad mis lamentos,
que, ¡ay desgraciada!, me veo obligada a proferir desde lo hondo
de mi ser, yo, sin recursos, abrasada y ciega de loca pasión.
Y puesto que son verdades las que nacen de lo profundo de mi ser,
no permitáis vosotras que mi luto en nada quede,
sino que, de la misma manera que abandonada me dejó Teseo,
de tal forma, diosas, se cubra de luto a él y a los suyos".
Cuando arrojó tales palabras de su pecho dolorido,
exigiendo angustiada castigo por actos tan crueles,
el rey de los dioses asintió con su indecible poder:
la tierra y los mares encrespados temblaron con su
gesto y el firmamento sacudió las brillantes estrellas.
Entonces Teseo, con su mente sembrada de ciega oscuridad,
dejó marchar de su pecho desmemoriado todos los encargos,
que antes retuviera firmemente en su corazón,
y, sin dar la dulce contraseña a su apenado padre,
se dejó ver a salvo en el puerto de Atenas.
Cuentan que un día, cuando Egeo confiaba a los vientos
a su hijo al dejar con la flota las murallas de la diosa,
abrazado al joven le encargó lo siguiente:
"Hijo, único hijo, a quien quiero más que a mi larga vida,
que ha poco has vuelto a mi al final de mi vejez,
hijo, a quien me veo obligado a enviar a peligrosas aventuras,
puesto que mi destino y tu fogosa valentía te
arrancan contra mi voluntad de mi lado, sin que mis cansados
ojos se hayan saciado de tu querida figura,
no te enviaré yo exultante y con el corazón alegre
ni permitiré que lleves señales de suerte propicia,
sino que, primero, lanzaré quejas sin cuento de mi corazón,
mancillando mis canas de tierra y polvo,
y, después, izaré una bandera negra en tu mástil errante,
para que las velas, ennagrecidas de herrumbre ibera,
declaren mi luto y el dolor que consume mi alma.
Pero, si a ti te concediera la que habita en el sagrada Itono,
la que acordó defender nuestro linaje y la casa de Erecteo,
que pudieras rociar tu diestra con la sangre del toro,
entonces procura que estos encargos se conserven vivos
en el recuerdo de tu corazón y no los borre edad alguna,
de forma que, en cuanto tus ojos divisen nuestras colinas,
se arríen las velas funestas de todos los mástiles
y blancas enseñas se icen en maromas retorcidas,
para que, tan pronto las vea, reconozca lleno de alegría el éxito
de la empresa, cuando un feliz destino te devuelva sano y salvo".
Estos encargos, que antes retuviera fielmente en su corazón,
abandonaron a Teseo, como las nubes, empujadas por el soplo de los
vientos, se alejan de la etérea cima de una montaña nevada.
Su padre, que dirigía su mirada desde la alta ciudadela,
consumiendo sus angustiados ojos en llantos incesantes,
en cuanto vio los paños de la vela ennegrecida,
se arrojó de cabeza desde la cima de las rocas,
creyendo a Teseo perdido por obra del cruel destino.
Así, el audaz Teseo, al entrar en su palacio de luto por la
muerte de su padre, recibió en su persona el mismo dolor
que había causado en la cretense con su olvidadizo corazón.
Ariadna, por su parte, mientras triste veía la huida de la nave,
herida daba vueltas en su alma a infinitos pesares. (...)
Ramírez de Verger, Antonio. Catulo. Poesías, Alianza Editorial, Madrid, 2006. Vv 53-250.
Notes explicatives:
Ericina = epítet d'Afrodita.
Cécrope = primer rei mític d'Atenes amb la part superior del cos humana i la part inferior de serp. Va nàixer de la mateixa Gea (la terra).
Cecropia = nom de l'Àtica degut al naixement de Cècrops d'esta.
Androgeón = príncep cretenc, fill de Minos, que va rebre una mort violenta a Atenes. Per aquest motiu i altres causes Atenes estava en deute amb Minos que els va imposar el tribut d'entregar joves com a aliment del Minotaure.
Eurotas = principal riu de Lacònia.
Escila y Caribdis = monstres marins.
Euménides = divinitats que s'encarregaven de castigar a aquell que havia comés un crim.
Erecteo = rei d'Atenes.
3. Enuncia el tema del passatge i divideix en parts el text segons el seu contingut.
4. Formeu parelles i que un adopte el paper d'Egeu i l'altre el d'Ariadna per a convèncer a Teseu de què continue el seu camí o es quede amb Ariadna.
Lèxic: Μινώταυρος, Αἰγαῖον, Ἀριάδνη.
Geografia del mite (indrets històrics i mítics):
Localitza en el mapa els llocs més importants en el mite de Teseu
Activitats complementàries:
5. Enumera les diferents emocions d'Ariadna en el seu monòleg.
6. Fes una comparació entre la descripció del personatge d'Ariadna i el personatge de Teseu.
Ara ja pots comparar el teu disseny del Laberint del Minotaure amb el dels antincs....
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